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S.M. Felipe VI

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Retrato de Felipe VI con Traje del ejercito de tierra en un óleo sobre tela de  146 x 89 cm / Colección Museo del ejercito, Alcázar de Toledo. Pintor Alejandro Cabeza  2016.


(Ediciones COMOARTES, Colección Contemporáneos del Mundo 29, Serie Indagación sobre la memoria y el juicio, Madrid/México D. F., 2013.) “La pintura es memoria humana y fruto” por el pintor Valenciano Alejandro Cabeza. 

 –¿Cuál es, o sería, su postura frente a un director que planteara incluir una o varias de sus obras pictóricas en el teatro o en el cine? ¿Espera respeto hacia la totalidad que es? ¿Permitiría que se utilizara fragmentariamente? ¿Se aseguraría, de poder, de que el contexto, el modo, el propósito, de que todo lo esencial de la representación o filmación estaría en concordancia con el sentido original de lo que ha creado usted?

En mi gremio solemos tener bastante claro que la obra de un pintor deja de ser suya desde el mismo momento en que sale del estudio; entonces pasa a ser del mundo. Por desgracia o quizá por fortuna. Por tanto no me desconcertaría que un director desease utilizar uno o varios de mis cuadros, incluso si desease hacerlo de forma parcial. Siempre que esa presencia fuese coherente, yo no me opondría. Lógicamente sí me molestaría que se desvirtuase el sentido original de mi obra. Que se le diese una lectura aberrante, por decirlo de algún modo. Si se la emplease para promover algún principio o ideario deleznable, por ejemplo. 

En general me considero un individuo transigente y tolerante con el uso que se da a mi obra. Si no, probablemente ya me habría muerto hace mucho de un ataque. Tenga en cuenta que, lamentablemente, me he visto obligado a habituarme a que mis cuadros sean colgados en diversas webs y blogs de arte sin pedir permiso previo. Y en algunos casos, lo que es mucho más grave, sin citar correctamente mi autoría. Por ejemplo, una de mis obras que en más ocasiones se ha reproducido es el retrato que realicé hace algunos años de Blasco Ibáñez. Quizá resulte comprensible que determinados círculos de Internet se interesen bastante por mis cuadros, en concreto por mis retratos, dado que en efecto he pintado a un buen número de personajes ilustres dentro del mundo de la cultura y muy especialmente de la literatura, autores consagrados como
Mario Benedetti, Pablo Neruda, Julio Cortázar, Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, César Vallejo, Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges, Mario Vargas Llosa, Ramón María del Valle-Inclán, Miguel Delibes, José Luis Sampedro, Joaquín Borrell, Ernest Hemingway, Bram Stoker, Edgar Allan Poe, Raymond Carver o usted mismo, sólo por citar algunos. En el fondo es normal que quien, por ejemplo, escribe sobre estos grandes iconos de la cultura en Internet, desee hacer uso de mis cuadros. No me parece mal siempre que se cite al pintor, que al fin y al cabo es el padre de la obra. Como le digo, intento ser comprensivo y rara vez me he visto obligado a tomar medidas. Aunque todo tiene su límite, por su puesto. Sí que resulta indignante, por ejemplo, cuando ves que determinadas webs se han dedicado a reproducir todas tus obras, todas sin excepción: retratos, paisajes, marinas... A veces suceden cosas muy curiosas en ese misterioso mundo que es Internet. He llegado a vivir algo digno de relato de terror: encontrarme citado como un maestro ya muerto en el siglo pasado… Afortunadamente no soy supersticioso. Por otro lado, si he de ser sincero, el que mi pintura pueda inducir a algunos especialistas a un error de ese género no deja de honrarme: si bien generalizar siempre supone un gran error, pienso que antaño en mi profesión se trabajaba de otra forma; partiendo de otras premisas, teniendo otras prioridades y respetando principios hoy en día más abandonados. 

Elena Martín Vivaldi

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Retrato de Elena Martin Vivaldi / Óleo sobre tela 46 x 38 cm / 
Colección de la Universidad de Granada / Alejandro Cabeza 2015

La filosofía (del griego φιλοσοφα), definida etimológicamente, consiste en el amor hacia la Sabiduría. (Σοφία), una habilidad que se desarrolla con la aplicación de la inteligencia a la experiencia y que los griegos clásicos personificaron en la figura de una mujer, de la cual realizaron diversas alegorías. Cuando la sabiduría y la moral se interrelacionan, dan como resultado el buen juicio.

Filosofía es la búsqueda de la verdad como medida de lo que el hombre debe hacer y como norma para su conducta. Sócrates

El hombre que no tiene ningún barniz de filosofía va por la vida prisionero de los prejuicios que derivan del sentido común, de las creencias habituales en su tiempo y en su país, de las que se han desarrollado en su espíritu sin la cooperación ni el consentimiento deliberado de la razón. (...). La filosofía debe ser estudiada, no por las respuestas concretas a los problemas que plantea, puesto que, por lo general, ninguna respuesta precisa puede ser conocida como verdadera, sino más bien por el valor de los problemas mismos; porque estos problemas amplían nuestra concepción de lo posible, enriquecen nuestra imaginación intelectual y disminuyen la seguridad dogmática que cierra el espíritu a la investigación; pero, ante todo, porque ante la grandeza del universo que la filosofía contempla, el espíritu se hace a su vez grande, y llega a ser capaz de la unión con el universo que constituye su supremo bienBertrand Russell


Balance
He viajado, me he cansado y escrito poco
pero pensé mucho en el regreso, cuarenta años.
El hombre en todas las edades es un niño:
la ternura y la brutalidad de la cuna;
a lo demás le pone límite la mar, como a la orilla,
a nuestro abrazo y al eco de nuestra voz.


                             en Poesía completa, Giorgos Seferis
  

Ángel Ganivet

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Retrato de Ángel Ganivet / Óleo sobre tela 46 x 38 cm /
Colección Casa Molino Ángel Ganivet de Granada
 
-Pero, amigo mío, si aquí no hace falta excavar profundamente; ni siquiera arañar en la superficie; si aquí está a flor de tierra la Prehistoria y basta abrir los ojos para ver ejemplares vivos del hombre primitivo, habitante de las cavernas. Yo no veo la necesidad de gastar nuestros escasos haberes en picos y azadones.

[...]

Curiosa es la psicología del pobre troglodita. Él no ve las cosas como son o como parecen. Antes de verlas así las ve en las sombras que se dibujan en el fondo de las cuevas. Una cueva es una cámara oscura, fotográfica, donde dejan huellas fugaces los seres que van pasando.
Y en el fondo de una caverna ha descubierto Platón la imagen más vigorosa de lo que es la idea humana. Así como el troglodita ve en las mudas paredes de su antro oscuro sombras que toma por realidades, mientras la realidad está fuera, así el hombre toma por verdades las musarañas que se forman en las misteriosas cavernas de su cerebro, mientras la realidad se ríe de él delante de sus ojos.
Y así como el pensador se exaspera cuando nota que sus castillejos ideales, por muy bien construidos que estén, se le vienen abajo apenas sopla la realidad con un hecho nuevo o discordante, así el morador de las cuevas se irrita cuando al salir de lo oscuro queda deslumbrado por la naturaleza viva, animada por la luz; y siente irresistible deseo de volver a su gruta destruyendo antes la realidad brillante que le agobia con su grandeza.
Un hombre que vive bajo tierra, está debajo de la realidad; y apenas sale a la luz es un destructor. En otros países se halla al hombre primitivo en los árboles o en las chozas lacustres: es hombre de paz; en nuestro suelo, quebrado y montañoso, hallamos al troglodita, al hombre falto de luz y enemigo de ella, al guerrero. El primer embrión de hombre español, en los tiempos prehistóricos, es un topo con garras.
Y al cabo de muchos siglos de civilización, el topo continúa «topeando». Hay aún trogloditas perfectos, no sólo en estas cuevas gitanescas, sino en lugares mucho más altos.

                                           Ángel Ganivet, “En el sacro monte. Trogloditas” (fragmento)

Museo

Miguel de Cervantes

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Retrato de Miguel de Cervantes en un óleo sobre tela de 100 x73 cm /  Pintor Alejandro Cabeza
Colección Museo de Historia de Madrid 

En efecto no tuvo una existencia fácil en ningún sentido, y siempre he pensado que esto hubo de dejar huella en su espíritu y en su cuerpo. He querido retratar a un hombre vivido, ya maduro. Pero no deseaba resaltar, ni mucho menos, sus defectos físicos o sus secuelas de guerra. […] Podría haber optado por retratar a un hombre jorobado o en extremo cargado de espaldas, y sin embargo he preferido no exagerar ese rasgo físico. Tampoco he querido centrar la atención sobre el brazo cuyo uso perdió en Lepanto. Ni excavarle en exceso las mejillas, a pesar de la edad y de que sólo le quedasen seis dientes. […] En definitiva, he procurado mantener un equilibrio entre la rigurosidad y el respeto hacia lo que podríamos llamar “dignidad estética del personaje” ‒algo que siempre me preocupa profundamente‒. Deseaba retratar a un hombre de edad, de mirada inteligente aunque quizá cansada; un hombre experimentado y desencantado por ello.
[…]
Todos los pintores se han basado, más o menos, en la descripción que Cervantes da de sí mismo en el prologo de las Novelas ejemplares y, sobre todo, en los trabajos realizados por otros artistas precedentemente. Eso hace que el patrón apenas varíe. En efecto creo que la principal aportación que ofrece mi reconstrucción del personaje consiste en no reproducir un modelo por principio. 

Mis retratos de Cervantes, sin dejar de lado al profesional, pretenden resaltar los aspectos más humanos del escritor. Evitan la idealización y optan por una representación realista, pero jamás cruel, de un hombre casi anciano.

Ciertamente yo también me he basado en la propia descripción del autor y he tenido en cuenta los trabajos de pintores, ilustradores y grabadores anteriores. […] Sin embargo no he querido tomar fuente alguna como modelo único, ya que ninguna se puede considerar totalmente fiable. Por ese motivo estimé que centrarme sólo en una resultaría arbitrario y determinaría el resultado de mi trabajo, pervirtiendo las conclusiones. Preferí, aunque eso supusiese mucho más esfuerzo, cotejar todas las fuentes y tomar mis propias decisiones. Que podrán considerarse erradas o no, pero son personales y dictadas por mi propia forma de razonar y de aproximarme al retratado. Yo he intentado, como en realidad siempre intento en todos mis retratos, entrar en la psicología del personaje. He procurado matizar su descripción tan genérica mediante los rasgos con los que, imagino, la dura vida debió marcar su cuerpo y su ánimo ‒que siempre se refleja en el rostro de una persona‒. Incluso me he esforzado por descubrir su carácter entre las tramas y personajes de sus obras, para intentar descifrar cómo vería ese hombre la sociedad que le rodeaba y su propia existencia. Porque todo, absolutamente todo lo que nos pasa, deja una huella en nosotros. Por dentro pero también por fuera. Y eso es lo ha de comprender un buen retratista, que por principio debería revelarse alguien especialmente tolerante, indulgente e incluso compasivo con sus semejantes.

Fragmento de la entrevista concedida a Salomé Guadalupe Ingelmo en diciembre de 2015, que puede CONSULTARSE COMPLETA.



Articulo:  Retratista de Cervantes

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