El rostro limpio, una mirada franca pero también insinuante, una sonrisa dulce y un sensual escote realzan el atractivo de la retratada. Personalmente soy partidario de favorecer al modelo sacando el máximo partido a su físico. Más aún si cabe cuando se trata de mujeres, pues ellas suelen ser todavía más exigentes con su propia imagen que los hombres. Los resultados que así se alcanzan, al final, producen un gran impacto: provocan la felicidad de la que posa, captan la fascinación del que retrata y cosechan el entusiasmo del público.
Me deslumbra ver la soltura lograda en la ejecución y, en su conjunto, la despreocupación por los detalles concretos. Hay que saber detenerse a tiempo y dejarlo estar. De lo contrario, se corre el riesgo de malograr todo en un abrir y cerrar de ojos. Esta lección se aprende con los años, y aun así siguen sucediendo desastres imprevistos de vez en cuando.
Por todos estos motivos, pintar supone mucho más que ponerse delante de un lienzo a lanzar colores. Es imprescindible analizar lo que está sucediendo: comprender los procesos, aprender a mirar, pensar cómo mejorar los resultados.... En definitiva, intentar descubrir por qué no consigo lo que quiero constituye una inquietud pictórica que acompaña constantemente a un autor responsable.
La pintura no es un pasatiempo, una afición o una distracción para evadirse, aunque a veces pueda prestarse a ello. No es una actividad que pueda emprenderse a la ligera. Esta valoración sobre el arte sencillamente pone de manifiesto la pobreza de muchos autores, que en realidad no nutren verdadero interés por nada y seguramente carecen de una sólida formación en la disciplina. En definitiva y puestos a hacer algo, como no sé lo que quiero, me meto a bombero. Pero entonces, estaría el parque de bomberos lleno de incompetentes. Y las calles, arrasadas por el fuego…