Retrato de Odón de Buen / Óleo sobre tela 55 x 46 cm / Colección de la Universidad de Zaragoza /
Alejandro Cabeza 2017
Nos encontramos ante otro personaje histórico de igual importancia que el del Geólogo Lucas Mallada y que a sufrido el mismo ostracismo social en nuestro magnifico país de ilustres olvidados. Odón de Buen y del Cos (Zaragoza, 1863 - México 1945) fue un naturalista español que se destacó como fundador de la oceanografía española.
Su icono-grafía plástica en un periodo de mucha mas tradición retratista como fue la suya. Se podría decir que es prácticamente nula e inexistente, a excepción de una escultura que lo representa mas o menos a la edad que en mi retrato por el gran escultor Valenciano Mariano Benlliure. Este retrato surge como un boceto preparatorio del que podría ser un retrato de mayor envergadura, pero esto dependerá de muchas cosas y circunstancias.
Pero lo verdaderamente importante que rodea a estas obras y su realización, al margen de los personajes que sin ninguna duda lo merecen, es como han de nacer y que hay que sentir como pintor hacia ellos. Cuestiones importantes y necesarias que en mi caso siempre son motivación en cada uno de mis retratos.
Pero lo verdaderamente importante que rodea a estas obras y su realización, al margen de los personajes que sin ninguna duda lo merecen, es como han de nacer y que hay que sentir como pintor hacia ellos. Cuestiones importantes y necesarias que en mi caso siempre son motivación en cada uno de mis retratos.
Colección Contemporáneos del Mundo 29, Serie Indagación sobre la memoria y el juicio, Madrid/México D. F., 2013.)
–¿Cómo describiría los pasos más presentes en su proceso creador de una obra pictórica? ¿Serían diferentes para un retrato que para un paisaje? ¿Método de creación?
Básicamente son los mismos para el retrato y para el paisaje. La obra de arte se cuece en la cabeza; nace de dentro. Es, en origen, visceral. Aunque más tarde pase por un proceso racionalizador que depure ese impulso inicial. Parafraseando a Gaya, ha de “brotar del nido del alma y no de la caja del espíritu”.
Toda obra nace, en el fondo, de la decepción que produce la anterior. La creación es predisposición y ganas de trabajar. Partiendo de esa premisa se pueden lograr maravillas. Una vez un maestro me dijo: “cuando una cosa te sale bien, ten cuidado; no es buena señal”. Podría parecer paradójico o incluso absurdo, pero en realidad se trata de una reflexión muy lúcida. El creador ha de estar en constante búsqueda, y por tanto la autocomplacencia resulta un mal aliado. Refocilarse en los logros obtenidos probablemente nos impide alcanzar otros nuevos: nos vuelve conformistas. Muchos autores encuentran dificultades a mitad de su trayectoria, como si toparan con una gran laguna que les impide seguir adelante y evolucionar; una fosa de la que no pueden salir. Y es porque llegan a un punto en el que no encuentran nuevos conocimientos que adquirir. Quizá, por ejemplo, su ambiente ya no tiene nada más que ofrecerles en el plano pictórico. Son periodos de duda, inseguridad, vacío y crisis creativa. Al final se acaba perdiendo el estímulo. Es triste, porque el mecanismo del tiempo no da tregua a nadie. Se entra en una espiral que supone un momento muy delicado para el creador. Cuando te quieres dar cuenta, el tiempo se te ha echado encima. Es una muerte en vida, sin ninguna esperanza de futuro.