Este fue el primero de los dos retratos que realicé del célebre músico valenciano, el primero en 2014 y el segundo en 2018. En comparación con el segundo, este retrato se distingue por sus cualidades más precisas. Aunque ambos son de un tamaño similar, en este opté por destacar al músico en un escorzo, utilizando tonalidades ocre. Los músicos suelen tener una energía especial, muy activa, que se refleja en sus miradas intensas y poses ágiles, a veces desafiantes, algo que busqué capturar en este retrato.
Hablaba sobre el origen popular de las fallas y el folclore valenciano
con gran admiración, era como su música, una extensión de sus orígenes y su
pueblo, lo manifestaba con un tono de nostalgia, como de aquellas generaciones
que terminan perteneciendo a dos mundos muy diferentes con los cambios del
siglo XX, nos decía: “Me gustaban, sobre
todo, aquellas fallas típicas de barrio rodeadas de banderolas y gallardetes,
construidas, si se quiere, con poco arte, pero con una Gracia y una intención
que las hacían perdurar en la memoria por mucho tiempo”
José Serrano Simeón
Los músicos, al igual que los pintores, son artistas capaces de dar vida a las emociones y sentimientos más profundos y significativos de los seres humanos a través de sus obras. Con su creatividad, transforman la experiencia humana en melodías y armonías que pueden conmover, inspirar y transportar a quienes los escuchan. Sin embargo, en su camino como grandes poseedores del arte, enfrentan constantes desafíos y deben luchar con determinación para mantener viva su pasión y autenticidad. Enfrentados a un mundo donde el arte a veces se subestima o se ve reducido a un simple entretenimiento, los músicos deben perseverar, defendiendo la importancia y el valor de su profesión, conscientes de que su labor trasciende el tiempo y la cultura, dejando una huella imborrable en el alma de la humanidad.