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Alejandro Cabeza: el prístino desciframiento

    ¿Qué es un retrato? Semejanzas, parecidos, engañosos juegos de espejos y apariencias; y, por supuesto, la socorrida anécdota referida a Pablo Picasso cuando culminó, en 1906, el Retrato de Gertrude Stein (esa célebre máscara estereotipada y primitiva inspirada en la escultura ibérica) y respondió a aquellos que criticaban acerbamente la disimilitud entre el rostro original y el rostro del cuadro: “Ella terminará por parecerse al retrato”.

    Pero los retratos del valenciano Alejandro Cabeza se sitúan en un más allá que trasciende con holgura la trivialidad de la semblanza y es por ello que suscitan en el espectador una inquietud fecunda. Basta contemplar con el necesario detenimiento algunos retratos para convalidar el aserto e ingresar con paso dichoso en el territorio que nos propone el pintor.

    La pudorosa, y a un tiempo manifiesta, angustia que transmiten los ojos de Horacio Quiroga en su retrato resulta más elocuente que varias decenas de tomos ensayísticos dedicados a la obra del narrador uruguayo. Otro tanto ocurre con la indisimulable melancolía capturada a la perfección en el retrato de un joven César Vallejo en el que la formal filiación modernista de Los heraldos negros ya anticipaba, sin embargo, el grito de humana desesperación de España, aparta de mí este cáliz. En la serie de retratos de la escritora Salomé Guadalupe Ingelmo, dentro del amplísimo abanico de matices que la informa, la nota dominante es un tenaz y afortunado asedio que nos ofrenda –en el sentido de don, ofertorio y agasajo-  la naturaleza sustancial de la retratada.

    Es en este sentido que el núcleo constitutivo de los retratos de Alejandro Cabeza trasciende con holgura la intención trivialmente mimética para convertirse en otra cosa, en algo que excede y a la vez contiene la figura del retratado: los retratos de Alejandro Cabeza suponen una depurada y laboriosa destilación de la esencia de quien es retratado, un ejercicio de prístino desciframiento. Alguna vez Cabeza ha dicho con lúcida pertinencia: “Somos lo que pintamos”. Es una definición exacta y rigurosa. Pero también se impone enunciar que quienes somos retratados por Alejandro Cabeza somos lo que él ha pintado en el sentido más ontológico, existencial y profundo del término; somos, esencialmente, lo que él ha visto de nosotros; somos lo que su mirada ha percibido y lo que su mano ha ejecutado.

    Cabeza no pinta ni retrata rostros y cuerpos, o bien es sólo en apariencia que en sus retratos se exhiben rostros y cuerpos; aquello que delinea Cabeza son almas y esencias. En un breve tomo de lectura imprescindible para especialistas y profanos –El Renacimiento-, Walter Pater ha dado de una vez y para siempre con una definición irreemplazable de estilo: “Es un mismo estado de alma –señala Pater- que informa el todo.” No es otra la sustancia –densa, fértil, exuberante, rica en matices y fiel a los atributos que la determinan- que se desprende de la obra de Alejandro Cabeza: un mismo estado de alma que informa el todo.

 Osvaldo  Gallone (Poeta, Narrador y Ensayista)


Una carrera pictórica apoyada principalmente en el empleo de una técnica artística impresionista, y quizás por ello hecho que los cuadros giren en torno al paisaje, la composición de figuras y el retrato, donde ha alcanzado el aprecio de la critica y del publico.
Tiene un lenguaje personal que no se corresponde con este con los modos y las modas de este inicio de siglo y posee un mundo inequívoco de obsesiones. Es sorprendente siempre y es capaz de mantener casi constantemente hipnotizado al espectador, que acepta gozoso la visión de unos paisajes, retratos y composiciones de gran belleza. En sus obras estoy seguro que el espectador podrá contemplar una enorme variedad de temas- paisajes, marinas, retratos y composiciones de figuras tratados con una excelente técnica y también rigor didáctico, como corresponde a las antiguas formulas impresionistas.

Francisco Agramunt (Critico de Arte)


Para Alejandro Cabeza imponerse retos parece una forma de evitar encasillarse, de huir del conformismo que tanto le asusta. Quizá por eso, a pesar de ser especialmente conocido por sus elegantes retratos, ha tocado todos los géneros y argumentos, siendo muy apreciados también sus paisajes y sus marinas. 

Hablamos de un profesional maduro, con unas ideas muy claras sobre la ejecución y capaz de ofrecer las claves sobre una técnica personal depurada a lo largo de los años; pero que, contemporáneamente, no ha renunciado a derrochar pasión en sus obras, sugiriendo con ello todo género de emociones en el público.

El secreto de su éxito entre público y crítica, que lo llevó a destacar desde muy joven y a ser incluido con sólo veintiocho años –si bien Lorenzo Berenguer ya lo había incluido precedentemente, con tan sólo veintiséis, en Artistas Valencianos Contemporáneos (Archival, 1997)– en el Diccionario de Artistas Valencianos del siglo XX (Albatros, 1999) realizado por el crítico de arte Francisco Agramunt, que también decidió incorporarlo en su obra Artistas Valencianos del Siglo XX (Diputación de Valencia, 2000), reside en: una sólida formación, una dedicación plena, una capacidad de trabajo casi sobrehumana y una insaciable sed de aprender, tras casi treinta años de profesión, de mejorar cada día.

El pintor Alejandro Cabeza es un profesional poco dispuesto a renunciar a sus convicciones, un artista que no se ha dejado seducir por las modas ni las exigencias del momento. Que se ha negado sistemáticamente a adoptar una visión comercial del arte. Su técnica se ha mantenido personal y ha evolucionado al margen de las corrientes imperantes; de esas normas impuestas que, como dice él, valen hoy pero ya no valen mañana.

Salomé Guadalupe ingelmo (Escritora y Docente)


Decíamos de su obra en el libro Artistas Valencianos Contemporáneos que basta mirar algunos de sus cuadros para comprobar la exquisitez de su contenido, la plasmación de lo concebido, el dibujo cierto, el cromatismo ampuloso. Tiene, como Kandinsky, un treinta por ciento de profundidad y el resto magia. También goza de la elegancia de un Fortuny y cosecha soltura y luminosidad como inculcara nuestro maestro universal Joaquin Sorolla. No evade lo prístino, sino que se adentra en el arte de siempre, el clásico, para aventurar en otros términos más actuales, tamizados éstos por la recia personalidad de su pincel.
Queda claro que recurre a la Naturaleza y la convierte en pintu­ra intimista y comunicativa, afianza su solidez compositiva median­te un cromatismo claro, muy personal e irrepetible. Expresa sus sen­timientos más profundos mediante pinceladas sueltas, colocadas concienzudamente, lo cual contribuye a la estética con ardor suave. Es, finalmente, un espíritu inquieto, con ansias de superación, siempre regido por las normas que requiere la estética, de un impresionismo-expresionismo valiente, agudizado por el trazo de los mismos caracteres, que sirven para imprimir un aire audaz y sosegado a la vez. Tres pinceladas suyas valen más que una jornada de estudio.

 Lorenzo Berenguer (Critico de Arte)


La pintura, desde que algunos seres cogieron tierra coloreada para dibujar sobre unas rocas, ha recorrido un largo camino hasta nuestros días. Y nosotros, en nuestro lógico empeño de realizar, clasificar e historiar, hemos arrojado sobre ella demasiadas cargas. Pintura social, burguesa, popular, revolucionaria, minoritaria, pintura barroca… Ya que estos adjetivos se refieren a cosas que le ocurren en nuestro mundo, que parecen desviarla de su verdadera naturaleza.

La pintura, parece surgir desde el asombro y la conmoción que la naturaleza y el mundo produce en nosotros. No representando, copiando o imitando la realidad, sino siendo, ella misma, otra realidad. Y debe de ir cumpliéndose en nosotros, en nosotros mismos, sin estas cargas tan pesadas que suceden fuera de ese primer “acto único”, carnal y humano que brota en soledad y silencio.

Cuando conocí a Alejandro disertábamos sobre asuntos pictóricos y él manifestaba, no sin un leve gesto de dolor, su incomprensión ante el empeño de muchos pintores contemporáneos por ser originales, modernos y diferentes, cuando a él mirar la realidad y tratar de pintarla como la percibe y la siente, ya le supone un gran esfuerzo que ocupa todo su tiempo. Claro que los historiadores, los críticos y los estetas, parecen sólo atender a esa función de la pintura en su contacto con nuestro mundo. Pero Alejandro, con este  sentimiento tan primero, tan, sencillo, tan claro, la va cumpliendo poco a poco, sin prisas, sin desviarse de su esencia.

De hecho, cuando estuve por primera vez ante sus obras, yo no le conocía y, sin dejarme engañar por la fisonomía que primero percibimos ante una obra, descubrí debajo un sentimiento de pintor verdadero. Un pintor que no busca un tema, una técnica o algún invento nuevo que conquiste al mundo, sino a un pintor que mira la realidad tratando de comprender lo que ve y fundirlo con su sentimiento, ignorando las palabras, fiándose sobre todo de... su mirada.

Antonio Vera Mahedero,  Moncada, 2003 (Pintor)


Entre cromatismos y lirismos, Alejandro cabeza ha desarrollado una obra muy variada en la que se ha destacado siempre su especial interés por lo matérico. Conocido como uno de los artistas españoles de mayor proyección internacional, su trabajo está representado en importantes museos de todo el mundo. En sus pinturas, la luz se convierte en el elemento de mayor relevancia, combinado como es costumbre, con un personal tratamiento del color y la técnica.

Antonio Galiana, Valencia, 1997 (Periodista, Diario 16)


Progresó hacia la depuración de su arte, de manera que el progreso de su oficio incrementaba el poder de su mirada. Él mismo señala: “depositamos en las obras lo que somos. Por eso la posteridad no se equivoca al juzgar, pues juzga no las apariencias del autor, sino su ser cuyas perfecciones y defectos deposita en sus manifestaciones artísticas o de otro orden”.

Carlos Sentí, Valencia , 1992 (Critico de Arte)


Alejandro Cabeza, el Color...

Entrar y pasear en medio de los colores en movimiento, en energía, en dinamismo, ésa es la experiencia al tener delante de mis ojos la intensa obra del artista, del pintor español Alejandro Cabeza.
La vitalidad proyectada desde su talento, su arte, su vida, sus ojos y sus pinceles, convierte el lienzo en un espejo excepcional que recrea cual prisma las sensaciones que provoca un paseo por un paisaje lleno de color.
Y desbordado de sugerencias.
Las imágenes están vivas, los colores en movimiento, los retratos hablan, en los paisajes y las marinas transcurre el tiempo y se reinventa constante e infinito, como  definitiva en sus presencias y horizontes toda la obra del artista.
Es el color cuando el color está vivo.
Vivo desde la brillantez de un pintor desbocando su vida en cada trazo.
Es Alejandro Cabeza, el color vivo.


José Víctor Martínez Gil (Narrador Oral Escénico)

 




Alejandro Cabeza. Licenciado en 1993 en la Facultad de Bellas Artes de San Carlos de la Universidad Politécnica de Valencia. Fue incluido en Diccionario de Artistas Valencianos del siglo XX (1999), en Artistas Valencianos del Siglo XX (2000), en Artistas Valencianos Contemporáneos (1997) y en Artistas que dejan huella (2000). En 2001 la Diputación de Valencia publicó su libro de paisajes Luz Valenciana

Sus retratos están integrados en las colecciones permanentes de: Museo Nacional del Teatro, Museo Nacional de Ciencias Naturales, Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, Museo de la Evolución Humana, Museo Geominero de Madrid, Museo de América en Madrid, Museo Provincial de Cáceres, Museo Provincial de Bellas Artes de Badajoz, Museo Nacional de Aeronáutica y Astronáutica, Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, Museo de Historia de Madrid, Museo Arqueológico y de Historia de Elche, Museo del Ejército (Alcázar de Toledo), Museo Marítimo de Asturias, Museo de Bellas Artes de Játiva, Museo Blasco Ibáñez de Valencia, Museo de la Universidad de Helsinki (Finlandia), Museo Luis González Robles (Universidad de Alcalá de Henares), Unión Nacional de Escritores de La Habana en Cuba, Real Academia de la Lengua en Madrid, Museo Casa Natal de Cervantes de Alcalá de Henares, Museo-Casa de Cervantes de Esquivias, Casa-Molino Ángel Ganivet de Granada (Centro Provincial de Documentación), Casa Museo Miguel de Unamuno (Universidad de Salamanca), Casa Museo Gabriel y Galán de Guijo de Granadilla, Casa Museo Antonio Machado (Real Academia de San Quirce de Segovia), Casa-Museo Miguel Hernández (Orihuela), Universidad de Burgos, Universidad Internacional de Andalucía, Academia de las Buenas Letras de Granada, Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Real Academia de Medicina, Real Jardín Botánico de Madrid…

Parte de su pintura ha sido adquirida en el extranjero y ha pasado a engrosar colecciones privadas de España, distintos países de Europa, Sudamérica y Norteamérica. Otras obras han sido escogidas como portada para diversas publicaciones. Cabe destacar al respecto la antología de cuentos de Vicente Blasco Ibáñez editada por Akal en 2009 y La pugna ortográfica: ¿Lengua valenciana, lengua catalana o lengua occitana? (Valencia, 1999). Sus cuadros han ilustrado también algunas publicaciones de la Universidad de San Buenaventura de Cali (Colombia).

Su carrera pictórica se apoya principalmente en el empleo de una técnica artística impresionista. Motivo por el cual, al margen de su labor como retratista, también sus trabajos como paisajista, especialmente sus marinas, han cosechado el aprecio de crítica y público.

Ejemplos de su pintura pueden contemplarse en https://sites.google.com/site/alejandrocabezasite/retratos.

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