Retrato de Salomé Guadalupe Ingelmo / en un óleo sobre tela de 46 x 38. Colección particular. Pintor Alejandro Cabeza 2016.
―¿Cómo puedes seguir viviendo tan tranquila? ¿Cómo puedes seguir escribiendo como si tal cosa?
―Escribir es lo único que sé hacer. Pero tú, ¿por qué pareces tan indignado?
―Y ¿cómo no habría de estarlo? Te han menospreciado y vilipendiado durante años. Primero dijeron que tus obras eran producto de la pluma de tu esposo. Más tarde, que de la de tu padre… Los mismos que las alababan mientras las creían fruto de las mentes de esos dos grandes hombres, las tachaban de pueriles al convencerse de que en efecto podrían ser tuyas. No comprendo cómo no has abandonado este mundo.
―¿Sabes cuántas mujeres han pasado por lo mismo antes que yo? ¿Tienes una idea de cuántas habrán de hacerlo aún mucho después de que yo descanse bajo tierra? Es una historia vieja cuanto el mundo.
―¿Y por eso hay que aceptarla?
―Yo no la acepto. De haberlo hecho, habría dejado de escribir hace ya mucho tiempo. ¿No crees? Al fin y al cabo, he pasado la vida aceptando cosas. Acepté la culpa por haber puesto fin a la vida de mi propia madre con mi nacimiento; acepté la decisión de mi padre de darme una madrastra a la que yo detestaba; acepté el suicidio de mi hermana Fanny; acepté el desprecio de la sociedad cuando decidí unirme a un hombre casado; acepté que el hombre al que amaba se hiciese amante de mi hermanastra Jane; acepté la muerte de la primera hija que tuve con él cuando era sólo un bebé; acepté enterrar a dos hijos más en Italia ―dice con un aplomo escalofriante―; acepté los caprichos de Percy, que me arrastró por media Europa; acepté también su muerte y ahora acepto la enfermedad… Me siento vieja y cansada. Creo que me he ganado el derecho de ser dueña de lo poco que me pueda quedar de vida. Esta anciana solitaria seguirá escribiendo hasta el final. Quizá sea ésa la única forma de hablar con los que ya no están presentes. Y de cuya partida puede que yo sea responsable. Pierdo cuanto amo y marchito cuanto toco. La muerte es muy celosa; no está dispuesta a compartirme con nadie. Por eso cuantos se me acercan demasiado peligran.
Salomé Guadalupe Ingelmo, “Vendrá la muerte y tendrá tu rostro”, en Siglo de sombras, colección Calabazas en el trastero 19, Editorial Saco de Huesos 2015, p. 111-115