Retrato de Antonio Carvajal / Óleo sobre tela de 73 x 60 cm / Pintor Alejandro Cabeza. Colección de la Academia de Buenas Letras de Granada
Antonio Carvajal Milena nace en Albolote (Granada), en 1943. Está doctorado en Filología Románica por la Universidad de Granada, donde imparte clases de Métrica, temática sobre la que también ha escrito ensayos.
Notable renovador de la tradición poética andaluza, artífice de una versificación depurada e innovadora, ha seguido fielmente, desde su primer poemario, la línea de la poesía barroca. Ha publicado numerosos títulos de poesía y ha sido incluido en antologías colectivas. Sus poemas han sido traducidos a varios idiomas, entre otros, inglés, francés, italiano, árabe, griego, alemán y ruso. Autor de ediciones comentadas de Rubén Darío y Juan Ramón Jiménez, ha escrito además los libretos de ópera “Mariana en sombras” (2001) y “Don Diego de Granada” (2004). Sus versos le han hecho merecedor de prestigiosos galardones como, por ejemplo, el Premio Nacional de Poesía 2012. Es miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada.
“Tigres en el jardín”
Como un ascua de odio te hemos visto en la aurora,
como un trigal de cielo derramado en la vega,
y hemos sorbido el agua que tu contacto dora
y ese aroma de rosas que nos cerca y anega.
En este huerto el lirio es feliz. Sólo implora
libertad nuestra sangre, mientras la nube llega,
se riza y, leve, pasa. Da el chamariz la hora,
y el gozo de la sombra, como un rencor, nos niega.
Solos entre las dalias, entre cedros y fuentes,
tanto nos asediamos que nos cala hasta el hueso
este amor sin futuro y esta luz de los dientes.
Tigres somos de un fuego siempre vivo e ileso,
y te odiamos por libre, recio sol, mientras puentes
de plata ha levantado la muerte a nuestro beso.
“Tigres en el jardín”
Como un ascua de odio te hemos visto en la aurora,
como un trigal de cielo derramado en la vega,
y hemos sorbido el agua que tu contacto dora
y ese aroma de rosas que nos cerca y anega.
En este huerto el lirio es feliz. Sólo implora
libertad nuestra sangre, mientras la nube llega,
se riza y, leve, pasa. Da el chamariz la hora,
y el gozo de la sombra, como un rencor, nos niega.
Solos entre las dalias, entre cedros y fuentes,
tanto nos asediamos que nos cala hasta el hueso
este amor sin futuro y esta luz de los dientes.
Tigres somos de un fuego siempre vivo e ileso,
y te odiamos por libre, recio sol, mientras puentes
de plata ha levantado la muerte a nuestro beso.