Retrato de José Luis Sampedro / Óleo sobre tela 46 x 38 cm / Pintor Alejandro Cabeza 2015
Creo que, como en mi retrato de Azorín al que nos transportáramos en el tiempo a figuras gongorinas. En el rostro de José Luis Sampedro recuerda el canon tan repetido por José de Ribera en sus santos y mártires: hombres entrados en años, de grandes barbas y cráneos perfilados, como el San Andrés o el San Pedro que tan maravillosamente retrató. Este modelo se adaptaría, sin ninguna duda, a los personajes del siglo de oro del arte español. Y para mí, a la hora de abordar un retrato, estas similitudes suponen un aliciente y tienen mucho de revelación. Solo con un poco de imaginación, logramos vislumbrar los resultados que se podrían obtener en un retrato de mayor envergadura o de composición más elaborada. Aunque eso habrá que dejarlo para otra ocasión, quizá en una nueva obra.
He intentado retratar, con la sencillez que le caracterizaba, al ser humano, al humanista y filántropo. Me ha interesado, sobre todo, la naturalidad y franqueza que desprendía su gestualidad; la humildad y sencillez de un hombre, al tiempo, de firmes convicciones, cuyo sólido carácter se reflejó en su fisonomía hasta el final. Con este retrato austero he abordado, una vez más, la difícil tarea de retratar el pensamiento.
José Luis Sampedro nació en Barcelona, en 1917. La variada procedencia geográfica y cultural de su familia supuso una influencia fundamental en su obra, ya que su padre había nacido en La Habana, su abuelo en Manila, su madre en Argelia y su abuela en Lugano, Suiza italiana. La familia se trasladó a Tánger cuando el futuro escritor contaba cinco años y medio, y éste permaneció en tierras africanas hasta la adolescencia. En Tánger nacieron sus hermanos Carlos y Carmen. Cuando estalló la guerra civil española, en 1936, fue movilizado por el ejército republicano pero más tarde se incorporó al bando contrario. Pasó la guerra en Melilla, Cataluña, Guadalajara y Huete (Cuenca). En este periodo se inició en la escritura de poemas.
En 1940 empezó a trabajar como funcionario de aduanas en Melilla, pero pidió el traslado a Madrid. Al acabar la guerra, escribió su primera novela, La estatua de Adolfo Espejo que, sin embargo, no fue publicada hasta 1994. En 1946 se casó con Isabel Pellicer, y al año siguiente nació su hija Isabel. En 1951 fue nombrado asesor del Ministro de Comercio. En este periodo escribió sus dos primeras obras de economía: Principios prácticos de localización industrial y Efectos de la unidad económica europea. En 1955 fue nombrado Catedrático de Estructura Económica, puesto que ocupó hasta 1969. Al ser expulsados de la Universidad los profesores Aranguren y Tierno Galván, se unió a ellos, junto con otros profesores, para crear el Centro de Estudios e Investigaciones (CEISA) que sería cerrado por el gobierno tres años después. Compaginó a lo largo de su vida la actividad docente con la de economista en el Banco Exterior.
En 1968 fue designado "Ann Howard Shaw Lecturer" en la universidad norteamericana "Bryn Mawr College". A principios de la década del setenta, decidió aceptar un puesto de profesor visitante en las universidades inglesas de Salford y Liverpool. En 1971 regresó al Ministerio de Hacienda como asesor Económico de la Dirección General de Aduanas e impartió cursos en la Escuela Diplomática, el Instituto de Estudios Fiscales y en la Universidad Autónoma de Barcelona. En 1977 fue elegido senador por designación real en las primeras Cortes democráticas y vicepresidente de la Fundación Banco Exterior.
Sampedro empezó a escribir en la revista "Uno", influenciado por el descubrimiento de algunos de los escritores que despertaron su admiración. En 1990 José Luis Sanpedro fue elegido miembro de la Real Academia Española.
Fue brillantemente lúcido, ya casi centenario, hasta su muerte en abril de 2013. Ejerció su humanismo crítico acerca de la decadencia moral y social de Occidente, del neoliberalismo y las brutalidades del capitalismo salvaje. Las protestas en España de mayo de 2011 lo volvieron a poner de actualidad pues fue un acicate para que surgieran fue la publicación del libro ¡Indignaos! de Stéphane Hessel, cuyo prólogo en español lo escribió José Luis Sampedro.