Retrato de Emili Gandia i Ortega / Óleo sobre tela de 65 x 54 cm / Pintor Alejandro Cabeza 2019 /
Con este retrato de Emili Gandia sumo uno más a la colección de arqueólogos españoles. Personaje trascendente en la arqueología levantina y nacional. No me consta ningún retrato de el o por lo menos yo no lo conozco.
Este retrato he decidido realizarlo en unas gamas de tonos claros y suaves que se salen fuera de la tendencia que últimamente estaba realizando para dar otra visión un poco mas colorista y contrastada con la que he obtenido buenos resultados. Suavidad, Soltura, y una visión global de ejecución en todas las partes del cuadro son las virtudes de esta obra. Siempre he comentado que las armonías han de estar a nuestro alcance en todo lo que se pinta. Procurar variar, estudiar otros tonos de color, otros planteamientos. De esta manera uno se enriquece no dejando de aprender para avanzar. Y no quedándose con un oficio limitado, cosa que sucede en una gran mayoría de casos.
Emili Gandia nació el 23 de enero de 1866, hijo de una modesta familia de labradores con cinco hijos. Su madre murió cuando él era pequeño, por lo que estuvo criado en casa de su hermana mayor. En 1886, con 20 años, marchó a Barcelona, muy posiblemente en busca de las oportunidades laborales generadas al calor de la Exposición Universal de 1888 (en un momento de profunda recesión económica de nuestra ciudad).
La figura de Emilio Gandía está ligada fundamentalmente a las tareas de excavación de la ciudad grecorromana de Ampurias entre 1908 1 1937, que detalló de manera cuidadosa, razonada y precisa en sus Diarios de excavación, la obra magna escrita de Emilio Gandía. En estas campañas de excavación llevó la responsabilidad directa y la dirección efectiva de los trabajos de campo —con el cuaderno en una mano y la paleta en la otra—, bajo la dirección primero de Josep Puig i Cadafalch y, más tarde, de Pedro Bosch Gimpera.
A lo largo del primer tercio del siglo XX, se le encargaron numerosas misiones arqueológicas y trabajos relacionados con el patrimonio cultural de Cataluña, entre las que cabe destacar las campañas de recuperación de las pinturas románicas del Pirineo (1919-19213), con el arranque y traslado al Museo de Barcelona de las pinturas murales (San Clemente y Santa María de Taúll, San Juan de Bohí...); así como su participación en la instalación y adecuación del Museo de Arte de Cataluña y del Museo de Arqueología de Cataluña.
Fue un personaje muy importante en el nacimiento de la arqueología y museología catalanas —por la magnitud de su tarea realizada y por la incorporación de pautas de modernidad de trabajo que han perdurado muchos años—, pero la importancia de sus colaboradores (Puig y Cadafalch, Folch i Torres, Bosch Gimpera, Almagro, etc.), su procedencia y condición social y su formación autodidacta —sin titulación universitaria— fueron circunstancias que minimizaron la importancia de su obra en el contexto cultural de Cataluña en el primer tercio del siglo XX.
Murió en Barcelona el 13 de diciembre del mismo año 1939.