Retrato de Philippe Brahy en un óleo sobre tela de 55 x 46 cm, Pintor Alejandro Cabeza 2025
Mi agradecimiento a Philippe Brahy por la confianza depositada en mi trabajo. Su retrato es un óleo sobre tela de 55 x 46 cm. La seguridad y la confianza son factores importantes, será otro asunto a tratar más adelante. Cuando la confianza interviene en la pintura pueden nacer retratos como este. Una vez más, apeló a la importancia de la documentación a la hora de pintar retratos a demasiados kilómetros de distancia, para mi, es aún más interesante que otras fórmulas de trabajo, prácticas indispensables para mejorar en el oficio de pintar. De ello dependerá los resultados de un buen trabajo con mejor o peor acierto, pero también residen allí sus posibilidades para alcanzar la excelencia, y con ello, el entusiasmo personal.
Mi devoción por el retrato me hizo pintor. Este género no solo centra mi interés, sino que da forma a toda mi visión creativa. Considero que la historia del arte es inseparable de la figura y su realidad; es su columna vertebral. Siento una atracción magnética hacia cada nuevo retrato que descubro en los grandes de la historia, y cada uno confluye en un poderoso análisis individual. El retrato es el puente que conecta el arte con lo más profundo del ser humano; su persistencia ha sido nuestra salvación.
La pintura que infunde la tradición de pintar sigue estando vigente. Las alegorías sobre la pintura en esta profesión están presentes. Son retratos que me fascinan. Una fascinación que es causada por las numerosas manifestaciones que ha sufrido este género y su mirada durante siglos. Aún se pueden crear retratos diferentes lejos de los convencionalismos. La imaginación arrastra al retrato para estar inmersa en él, ser actual y útil, actuando con cierto riesgo, al final desemboca en logros elegantes, originales, llenos de novedades inesperadas.
Como nos cuenta Gaya en su magnífico ensayo, las obras de arte han de brotar "Desde el nido del alma, y no de la caja del espíritu" La pintura… el retrato… poseen una fuerza que se graba en cada uno de nosotros. Rara vez lo pensamos, pero una buena pintura no es efímera: permanece, nos acompaña a lo largo de la vida, mucho más que cualquier objeto de nuestra cotidianidad mundana. En ese permanecer, la pintura trasciende incluso a quien la posee. Y solo este hecho basta para dignificarla con grandeza, colmándola de una profunda humanidad.
El retrato de Philippe Brahy concentra aspectos esenciales de su personalidad. Envuelto en una atmósfera íntima, la luz lo revela en una postura relajada, con una leve inclinación que sugiere el gesto de pintar. En su mano sostiene un pincel, mientras una sutil sonrisa invita al espectador a detenerse ante su rostro. Se establece así un diálogo directo: el retratado observa al espectador y viceversa, unidos en un mismo lenguaje. Se trata de un retrato espontáneo, alegórico y libre, de una naturalidad clásica. Observen: en su frente reposa un punto de luz, una pincelada dorada, abrupta en su espesor, es un destello singular, casi sagrado que rara vez se presenta en las pinturas contemporáneas y pocas veces tiene la oportunidad de realizarse. "Una pincelada de oro" llena de brillantez, que tardará meses en secarse.
Les invito a que se acerquen al canal del pintor surrealista Philippe Brahy y lo sigan, comenten... opinen... o lean. En sus publicaciones, también encontrarán la naturalidad de la persona. Canal donde podrán ver sus trabajos. Un compañero más en esta aventura salvaje que es el arte.
Gracias desde España estimado amigo