Estefanía Bernabé Sánchez
Antonio Aguilar y Vela
Antonio Aguilar y Vela fue un astrónomo español que emigró a Francia a los diecinueve años por razones políticas. Estudió Matemáticas y Física en el Colegio Real de Angulema en Francia y luego regresó a España en 1845, donde se dedicó a la enseñanza privada. En 1847, obtuvo una cátedra de Matemáticas Elementales en la Universidad de Valladolid y posteriormente se trasladó a la Universidad de Santiago como catedrático de Matemáticas Sublimes.
Aguilar fue seleccionado para revitalizar el Observatorio de Madrid, que había sido destruido en 1808 durante la invasión francesa. En 1847, junto con Eduardo Novella, fue enviado al Observatorio de la Marina de San Fernando en Cádiz para recibir formación en astronomía bajo la tutela de Francisco de Paula Márquez. Luego, realizaron un extenso viaje por observatorios en Italia, Francia, Bélgica, el Reino Unido y Alemania para obtener información y contactos necesarios para adquirir instrumentos para el Observatorio de Madrid.
En Turín, se reunieron con Plana, director del Observatorio, y en Padua trabajaron con Santini, el director del observatorio local, realizando observaciones astronómicas, incluyendo el cálculo de órbitas de un nuevo asteroide y un cometa. Sus observaciones fueron publicadas en 1850. También visitaron París, Greenwich y Alemania para adquirir instrumentos.
En noviembre de 1851, se creó el Observatorio Astronómico de Madrid, y Antonio Aguilar asumió el cargo de director. Además, enseñó astronomía en la Universidad Central de Madrid. Durante su mandato de más de treinta años como director del observatorio, se involucró en diversas áreas de investigación astronómica, incluyendo la observación de planetas, cometas, asteroides, eclipses de Sol y estrellas circumpolares.
Posteriormente, Aguilar trabajó en la determinación de
posiciones geográficas y colaboró con el Observatorio de París para determinar
la diferencia de longitud entre las dos instituciones. Además, fue miembro de
la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, donde ocupó el cargo
de secretario general desde 1861 hasta su fallecimiento.
Max Aub
Inca Garcilaso de la Vega
"Retrato de Inca Garcilaso de la Vega" es una
obra de arte del siglo XXI que representa al ilustre escritor y cronista
peruano, Inca Garcilaso de la Vega. Una retrato realizado en 2019 que incorporo a mi colección de grandes literatos de la historia.
El retrato muestra a Garcilaso de la Vega con ropa de la época y un medallón en el pecho en un retrato
de medio busto. La expresión en su rostro es serena y reflexiva, mostrando la
sabiduría y la inteligencia que caracterizan su obra literaria.
Con este retrato mi intención ha sido la de darle un valor iconográfico y cultural. Además de su exclusividad como representación. La mayoría retratos de ilustres personajes toman esta virtud en su trasfondo, creando una fuente importante de información como en este caso de quien fue Garcilaso de la Vega y su posición en la sociedad colonial en América Latina.
En el retrato he intentado reflejar la
herencia mestiza de Garcilaso de la Vega, que se refleja en los rasgos faciales
del personaje y su ropa, que mezcla elementos europeos e indígenas. Esta mezcla
de culturas es un tema recurrente en la obra literaria de Garcilaso de la Vega,
que buscaba crear una identidad única para los pueblos de América Latina.
En conclusión, el "Retrato de Inca Garcilaso de la Vega" es una representación póstuma de información sobre la vida de uno de los escritores más importantes de la literatura hispanoamericana. Es un testimonio de la complejidad de la identidad mestiza en la sociedad colonial y un recordatorio de la importancia de la literatura como herramienta para entender nuestra historia y cultura.
Antonio Machado
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevillay un huerto claro donde madura el limonero;mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;mi historia, algunos casos que recordar no quiero.Ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—;mas recibí la flecha que me asignó Cupidoy amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,pero mi verso brota de manantial sereno;y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.Adoro la hermosura, y en la moderna estéticacorté las viejas rosas del huerto de Ronsard;mas no amo los afeites de la actual cosméticani soy un ave de esas del nuevo gay—trinar.Desdeño las romanzas de los tenores huecosy el coro de los grillos que cantan a la luna.A distinguir me paro las voces de los ecos,y escucho solamente, entre las voces, una.¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisierami verso como deja el capitán su espada:famosa por la mano viril que la blandiera,no por el docto oficio del forjador preciada.Converso con el hombre que siempre va conmigo—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;mi soliloquio es plática con este buen amigoque me enseñó el secreto de la filantropía.Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.A mi trabajo acudo, con mi dinero pagoel traje que me cubre y la mansión que habito,el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.Y cuando llegue el día del último viajey esté a partir la nave que nunca ha de tornar,me encontraréis a bordo ligero de equipaje,casi desnudo, como los hijos de la mar.
Retrato de Adrián
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